domingo, 30 de octubre de 2016

El obrero de derechas

Cierta intelectualidad de izquierdas, en un ejercicio, no exento de una prepotente condescendencia, defiende aquel viejo aforismo de las conversaciones políticas españolas que reza que, "no hay más tonto que un obrero de derechas".
 
El argumento es claro. Según estos individuos, situados en una presunta atalaya de superioridad moral e intelectual, ha sido la izquierda quien históricamente ha defendido los derechos de la clase trabajadora, quien ha abogado por la mejora de las condiciones laborales, quien ha liderado luchas obreras y quien ha logrado en definitiva, que hoy en día la calidad de vida del español medio sea mucho mejor que la de sus equivalentes de hace doscientos años.
 
Estas afirmaciones, envueltas en el romántico halo de quien busca una explicación épica a la mejora de las condiciones de vida, son  desde el punto de vista de un economista como el que suscribe estas líneas, radicalmente falsas. La mejora de las condiciones de vida no tienen como causa primigenia las luchas obreras, sino las continuas mejoras de la productividad causadas por las mejoras tecnológicas, esto es, la cantidad de bienes que produce cada trabajador. Al fin y al cabo, y más allá de milagros bíblicos consistentes en multiplicar panes y peces, para repartir la riqueza, en primer lugar, hay que crearla.
 
No obstante, no pretende ser este un artículo sobre el reparto de la riqueza en las sociedades modernas, sino más bien sobre el papel de la izquierda en la mejora de las condiciones de vida del ciudadano medio. Efectivamente, tal y como defiende el estereotipo, las clases medias-bajas y bajas de la población española son más proclives a votar a los partidos de izquierda; han sido y son las zonas industriales y mineras, así como los barrios populares de las ciudades, los principales graneros de votos del PSOE o IU, e incluso de un partido como Podemos, surgido al calor de un entorno tan burgués y alejado de las masas obreras como es la intelectualidad universitaria.
 
Ahora bien, ¿ello implica que defiendan mejor las condiciones de las clases medias-bajas y bajas? No existe, en absoluto, evidencia empírica que pruebe que los países donde la izquierda ha gobernado por más tiempo, ofrezcan unas condiciones de vida superiores a sus clases populares. Existe de hecho, un poderoso incentivo en sentido contrario; si conforme mejora la situación económica del individuo, lo hace la tendencia a votar a la derecha, ¿qué interés tiene un partido de izquierdas, más allá del puro idealismo y su compromiso con el electorado (hoy y siempre secundarios en partidos de cualquier ideología), en qué el pobre deje de ser pobre? Y es más ¿no sería la derecha la primera interesada en mejorar las condiciones de vida del humilde, para así acabar con el principal caladero de votos de sus rivales políticos?
 
En ese momento uno no puede dejar de preguntarse si el obrero de derechas no será un individuo sumamente inteligente. Una persona, curtida en el saber de una vida que jamás podrá ser comprendida por esa intelectualidad, que, con ínfulas de superioridad, se dedica a pontificar sobre el bien y el mal desde sus lóbregas torres de marfil.